sábado, 5 de septiembre de 2020

Notas de servilletas: "conexiones"

 Volvía de pedir la cuenta en la barra de la pizzeria, el bullicio a esa hora era normal, la muchachachada salía de los pubs y bailes directo a comer pizza y tal vez a beber la última de la noche. Esa pizzeria permanecía abierta las 24 horas, según dicen nunca ha cerrado desde que abrió sus puertas por primera vez. Ella estaba dormida con su cabeza apoyada en sus brazos y sus brazos apoyados en la mesa. Observándola camino a la mesa de pronto sintió que el ruido había desaparecido, esa era la paz que ella le transmitía. Se volvía natural, era ella dejándose ser. Cada gesto y cada comentario eran sus impulsos más naturales. Las golondrinas emigrando, la lluvia cayendo, los grillos cantando o un volcán en erupción. Impulsos naturales, su electricidad fluyendo a puro sentir y todo eso pasaba cuando estában juntos. En ese momento él no lo sabía, todo seguía una corriente que no mostraba ninguna posibilidad de cuestionar o pensar justamente todo eso que pasaba. Simplemente pasaba y nadie lo sabía. Era como el apostrofo de "Levi's", está ahí y nadie lo cuestiona y queda magnífico, esos impulsos naturales simplemente pasaban. Una vez leí sobre dos personas que se hablaban siempre y hablaban de todo sin decir nada pero detrás de todo ese palabrerío se decían "te quiero y me preocupo por vos" y ninguno de los dos lo sabía, o lo sabían y preferían no decirlo, quién quiere saber cómo se encuentra el gato dentro de la caja? Se acercó a la mesa para avisarle que era hora de irse, el sol ya estaba pleno y los rostros de la muchachada presente dejaban ver lo que había sido la noche. Cuando le tocó el hombro para despertarla se derribó una máxima sobre la paz. Por lo general romper con la paz significa generar un conflicto, lo contrario a la paz. En este caso la paz que le transmitía su soñar se rompió develando unos ojos de pronto perdidos que se encontraron cuando lo vieron, unos ojos que recién volvían de soñar y se abrieron justo delante de él y pudo ver el universo. Esa ruptura de la paz era como "el amor después del amor" pero no era amor, es el concepto de algo elevado al cuadrado, era la paz transformada en algo mucho mejor, en ese momento algo nuevo se creaba en el universo. Pero él no lo sabía, no sabía del gato y mucho menos de la caja, lo sentía pero no tenía palabra, era algo nuevo en el universo, algo que se creaba cuando estaban juntos, abstracto y químico a la vez, rozando lo metafísico. No lo sabía pero cuando lo supo, supo que eso que sentía existía desde el origen del universo y tal vez es esa fuerza elemental la que los tiene unidos, ese cúmulo de energía que se creó en el big bang manifestándose en ellos dos, tal vez su propósito sea esa interacción ancestral que por antigua y poderosa es tan sencilla y natural. 

miércoles, 29 de julio de 2020

Prision heart

"Ella solía tener ideas un poco extrañas como por ejemplo cuando me contó aquella vez que creía que sí dos personas se pensaban, una a la otra, al mismo tiempo, una estrella nueva se creaba en el cielo. Por más antinatural que eso sonara a ella no le importaba compartir ese tipo de pensamientos conmigo. Estas ideas no salían desde su ingenuidad, era como ponerle una almohada de plumas a la dura realidad de esa época, cómo suavizar las cosas. La guerra duraría unos años más y las noticias eran catastróficas entonces nos distraíamos mirando el cielo o inventando historias. Ella estimulaba mi imaginación y por momentos nos íbamos de paseo y nos alejabamos del mundo solo con mirarnos a los ojos, creando estrellas."


La escritora dejó el lápiz junto a su cuaderno y encendió un cigarrillo. Todavía seguía pensando en esa persona a pesar de que ya había escrito una montaña de cosas. Y se preguntaba si esa persona pensaba en ella también. No tenía formas de saberlo. Su consuelo siempre era el mismo.


—Estamos los dos en el mismo planeta.


Con la inmensidad del universo y la variabilidad del tiempo se sentía afortunada de coincidir con esa persona en la misma época y en la misma ciudad. No sabía ni su nombre ni conocía su cara. La realidad era que aún no la había conocido pero sentía que no podía estar sola para siempre. Sabía que en algún lugar de esa ciudad había alguien para ella. A veces la imaginaba y hasta dibujaba su cara en los bordes de su cuaderno. Algunas veces hasta inventaba su nombre.

Una sensación de ardor la sacó de sus pensamientos, el cigarrillo se había consumido en sus dedos y se había quemado con las últimas brasas de tabaco que lentamente quemaban la colilla. Apagó lo que quedaba del cigarro y tomó el lápiz nuevamente.


"De pronto empezó a llover, la lluvia que caía era una especie de prólogo a la tormenta que se avecinaba. Robin se encontraba a unas cuantas cuadras del hotel y presentía que la tormenta iba a llegar antes de que llegará al hotel.


—Maldita seas —maldijo Robin —por elegir un hotel alejado del centro, debería haber escuchado a Mike. 


Su amigo Mike le había recomendado un hotel cerca de la calle principal de la ciudad pero Robin necesitaba tranquilidad por ello había alquilado una habitación en una especie de hotel que parecía más bien una pensión de las que hay en la ciudad vieja de la capital. La muerte de su pareja a causa de una enfermedad terminal la había dejado exhausta y decidió tomarse unos días afuera. 


—Demonios —gritó Robin —mañana voy a leer el pronóstico del tiempo, nuevamente no me va a pillar el mal tiempo en la calle.


Recordó haber visto a unas pocas cuadras hacia el sur un pequeño bar que podía servirle de guarida hasta que la pase un poco la tormenta.

Debido a la intensa lluvia no se veía mucho excepto por las luces de los autos que pasaban por la calle y un pequeño cartel de luces de neón rojas y azules con la palabra bar. Desde afuera el bar parecía una casa común, el cartel de neón era la única evidencia de que allí se encontraba un bar. La puerta chilló cuando Robin la abrió para ingresar rompiendo con el clima que reinaba dentro del antro. El clima era espeso por el humo de los cigarros y la humedad típica de esa ciudad.

El lugar era pequeño, Robin no miro mucho alrededor. Solamente quería esperar a que termine la tormenta; la mesa de billar estaba vacía y solamente había un pareja de enamorados compartiendo una botella de vino en una de las mesas que tenía el bar. Robin se dirigió a la barra, detrás estaba un hombre de estatura media con un cuerpo grande, con la mirada tosca, un par de pelos mal peinados en la cabeza y un bigote que parecía un arbusto que escondía la cara de una persona que por sus rasgos parecía italiana.


—Estos Italianos están por todos lados en esta ciudad —pensó Robin.


Tomó asiento en uno de los bancos que había junto a la barra que al igual que la puerta necesitaba un poco de aceite.


—Que va ser Sra.? —preguntó el barman con un acento tan italiano como la pasta con salsa.


—Whisky, irlandés si tiene por favor —respondió Robin.


—Hielo? —dijo el barman.


—Si, dos piedras por favor —respondió Robin.


El barman se dio vuelta y desde la estantería tomó una botella. Giró nuevamente, tomó un vaso y lo apoyó en la barra en un movimiento casi ensayado.

Robin pensó que el bar llevaba abierto hace mucho tiempo.


—Usted no es de por aquí, verdad? —preguntó el barman mientras servía el whisky.


—Verdad —respondió Robin evidenciando que no quería platicar mucho.


El barman le arrimo el vaso a Robin por la barra de madera dejando en la madera, debido al hielo, la huella del vaso. Robin con la manga de su abrigo quiso secar la madera pero el barman lo anticipó, con un trapo viejo y sucio secó la barra.


—No se preocupe, muchas gracias —dijo el barman 


—Disfrute su trago.


Robin asintió con la cabeza.

El bar era un lugar tranquilo a excepción de los enamorados que se encontraban allí, se escuchaba como se susurraba cosas amorosas el uno al otro. A Robin eso no le molestaba, se encontraba mirando fijo su vaso cuando de pronto el mismo ruido de cuando ingresó inundó el lugar. 

Robin giró su cabeza y se encontró con una persona un tanto bajita con pelo castaño oscuro hasta los hombros y ondulado que chorreaba agua dejando todo el piso mojado.


—Espero que no le moleste el enchastre que estoy haciendo —le dijo al barman mientras se sacaba su abrigo. 


—No se preocupe —respondió el barman.


Colgó su abrigo en el perchero y se acercó a la barra. Robin la vio pasar por detrás suyo y no pudo evitar girar y mirarle a los ojos para encontrarse con una de las caras más agradables que había visto en los últimos meses. Habían pasado 4 meses desde la muerte de su pareja.

La extraña tomó asiento junto a Robin y le dijo:


—Acaso se va a quedar mirándome toda la noche, inviteme a un trago.“


La escritora dejó el lápiz junto al cuaderno y encendió un cigarrillo más. Por unos minutos se quedó contemplando en silencio la luz de la vela.


—Qué atractivo es el fuego! —pensó —pero quema.


En esos segundos la tristeza la invadió nuevamente. 

Si bien tenía esperanzas de encontrar a alguien se sentía desafortunada en sus momentos de crisis. No podía continuar escribiendo sobre aquel encuentro en el bar porque no se podía imaginar tal situación. No la podía sentir. Su último intento de conocer a alguien había fracasado por no poder olvidar su pasado. 

Apagó el cigarro en el cenicero, tomó el lápiz y escribió la palabra "fin" en la hoja.

lunes, 27 de julio de 2020

D for.

No está bien, está sufriendo, de noche llora y no puede dormir. Hace más de un año que no puede dormir bien. Durante ese tiempo a intentado restablecerse pero realmente no recuerda cuándo fue la última vez que se sintió bien, como para tener una referencia de un punto de inicio.

A veces se pregunta hasta cuando va a durar ese estado y la verdad es que le asusta la respuesta. Ha escuchado personas decir que dura toda la vida y que hay momentos buenos pero que siempre uno termina sintiéndose mal.

Es como tener un huésped  en la mente. Como un tumor sentimental. Hay momentos en los que se encuentra tranquilo y no molesta pero son muy pocos. Cuando se activa es un eclipse. Es una tormenta. Tiene fuerza natural y dominio de todo el organismo.


"Para que te vas a levantar? No tiene sentido. No vas a dormir hoy, ni mañana, ni pasado, tal vez nunca. Bueno ya sabes que tenes que hacer para que esto termine. Recuerda que vos tenes la potestad de ponerle fin. "


Cuenta que ese huésped es muy irónico y que eso le da miedo. Qué le parece graciosa la situación. Lo daña desde las ideas. Lo confunde. Lo marea y lo tumba. Y se queda en el sillón horas y horas mirando la pared preguntándose hasta cuando va a durar.

Hay días en los que intenta ser positivo, limpia un poco. Cocina, come y el día parece ser un día de esos que tiene el resto de las personas. Pero cuando hay calma, silencio y oscuridad puede oír a su huésped hablarle y preguntarle cosas.

Siempre está molestándolo. No puede hacer otra cosa que aceptarlo, acurrucarse y hacerse lo más chiquito posible hasta que se calle, hasta que se calme y lo deje en paz.

Demora pero al final se calma pero el pobre queda en un estado de nervios que lo deja letárgico. Llora, tiembla, se araña, fuma y así es como la va llevando. Tiene esperanzas porque recuerda que fue fuerte. Recuerda que alguna vez lo fue o se creía fuerte.

Ahora no se lo puede ni imaginar. Está débil y está triste. Yo lo veo y parece que tiene un plan o que está esperando una ayuda divina o alguien que lo sacuda cuando su huésped le empiece a hablar.

Es la impresión que me da cuando se sienta, con esa mirada de convencimiento y proyectiva, en la mesa del rincón mirando a la ventana. Es la única mesa que no tiene luz. Siempre pide lo mismo, whisky con hielo, toma bastante y me preocupa.

Esa mesa es de él. Nadie la ocupa porque tiene  una pata floja y la mesa se mueve pero a él no parece importarle, no le importa. Está pensando en otro lugar en otro tiempo. Me parece que no está acá. Parece un holograma.

Cuando lo conocí ya estaba roto pero era joven y tenía un deje de luz en su presencia aunque siempre rodeado de una penumbra grisácea.

Ahora los espejos lo castigan y la postura le cambia. Solamente espero que me pague lo que me debe. Después que haga con su vida lo que quiera. Bah, si eso es vida.


----Un reloj de arena que se gira justo antes de terminar---


Consciencia enfermiza empotrada en la vigilia

Retumbante calvario

De la oscuridad tomando forma

Aferrándose a la vaga existencia

En una simbiosis de pieles desgarradas

Sombras vaporizadas incorporándose en el cuerpo


Cuestionan los pasos

Las huellas que quedan en el barro

De ese pantano mugriento que es atravesado

Es un vacío estruendoso 

Es una oscuridad espesa

El aire tiene el peso de los pasos que se han dado

Descalzo pisando un suelo hostil

BLACK OUT

"Le susurraron que mire hacia el cielo y en las estrellas encontró consuelo.
Pero sometimes está  nublado.
Pero las estrellas están muy lejos."

—Estoy bloqueado —dijo el escritor, no podía seguir escribiendo sin nombrarla.

Pensaba que estaba dando demasiadas vueltas.
Que se sentía una mosca pero con menos propósitos.
Que se sentía como el humo de su tabaco pero que no podía desaparecer.
Ni volar.

—Si tuviera alas —pensó.

Abriría sus alas y volaría hacia el cielo.
Y en lo alto cuando ya no escuche el ruido de la ciudad, las cerraría.
Que se sentía como las cenizas pero que no podía estar ni en un cenicero.
Que se sentía como la araña del rincón. No como la araña. Como la mosca atrapada en su tela. Sin poder moverse. En la resignación consciente de su destino.

—Esa mosca no pelea.

El escritor dejó el lápiz a un costado de la hoja y apoyó su cabeza en la mesa. Se levantó de su silla y se dirigió hacia el baño.
Se miró al espejo.
Se vio en el espejo.

—Vos no reflejas nada —le dijo.
—Eso soy yo?

El escritor volvió a su escritorio.
El escritorio volvió al escritor.
Tomó su lápiz y comenzó a escribir:

"Tengo el frío de mil inviernos en mi cuerpo, si me tocan no pasa nada"

Y le tocaron el hombro y se erizó.

—Pero quién me tocó si yo estoy solo?
—Eso es lo que vos crees.

El escritor se dio vuelta y no había nadie allí.
Solamente su sombra, su silueta dibujada por la luz de la vela.

—Acaso estoy soñando? —Se preguntó el escritor.
—Si.

Salió a su balcón y sin pensarlo saltó. El impacto lo despertó.
Estaba en su escritorio. Tenía en un cuaderno escrito un par de frases que no recordaba haber escrito.

—Maldito alcohol —pensó mientras tiraba la botella vacía al suelo...

El dueño del bar le advirtió que si volvía a tirar otra botella al suelo lo iba a tener que echar.
Entonces le pidió que se vaya que ya era suficiente alcohol por hoy. El escritor se levantó de su banco y se alejó de la barra para dirigirse hacia la puerta de salida. Afuera llovía como de costumbre en el mes de Julio. La ciudad era fría y a la noche quedaba vacía.

"Las gotas en mi cara me recuerdan a sus besos.
No recuerdes.
No su nombre.
No su cara."

—Te tienes que olvidar —se dijo el escritor.

Debido a que estaba sumergido en sus pensamientos y a los efectos del alcohol no vio el semáforo en rojo y cruzó la calle. Un bocinazo lo alertó y despabiló.
Con sus manos ayudó a aclarar su vista y enfrente estaba el doctor...

—Así es, tienes una esquizofrenia aguda, no recuerdas nada, no sabes ni hace cuanto estas aquí. 

El doctor apoyó su lápiz en la mesa y se levantó. 

—Aguarda aquí, voy por un vaso de agua —le dijo el doctor.

El escritor tomó el lápiz del doctor y lo escondió en el bolsillo de su camisa.

—Bien, ahora vas a volver a tu habitación y mañana volveremos a tener otra sesión —de esa manera se despidió el doctor.

Al escritor lo tomaron del brazo dos enfermeros y lo acompañaron hasta su habitación.
En la soledad de su habitación, con las manos atadas a su espalda por seguridad se encontraba el escritor. El blanco de las paredes lo mareaba. Con un movimiento sacó con su boca el lápiz de su bolsillo. Lo puso lo más adentro de su boca que pudo. Se arrodilló y se precipitó hacia adelante. Su idea era que el lápiz, con el impacto en el suelo, le llegara a la garganta para que le corte la respiración. Su cara dio contra el piso y pudo sentir como el lápiz se le clavaba en la boca rompiéndole la faringe y llegando le casi a la tranque y al esófago.
Empezó a sentir el gusto metálico de la sangre que drenaba de su boca. Y pudo ver cómo contaminaba el blanco pulcro de las baldosas de su habitación con el rojo de su sangre. Y pudo sentir como el frío del piso se iba templando con el calor de su sangre y su cuerpo.
Tirado boca abajo en el suelo pensó en girar y contemplar por la ventana las 3 estrellas que podía visualizar.

"En las estrellas encontrarás el consuelo."

Ya era la mosca de de la tela. Ya se sentía el humo, ya se sentía cenizas. Ya sentía que podía volar.

—Estoy volando? —preguntó el escritor.
—Si.